Tuesday, April 21, 2009

Obama y la Cumbre de las Américas

Amigos afuera, protestas en casa
Por Herman Beals
NUEVA YORK. Mientras el presidente Barack Obama trataba de hacer nuevos amigos durante la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, en su país miles de personas participaban en “tea parties” en cientos de ciudades de Estados Unidos para protestar contra sus inflamados presupuestos por considerar que endeudarán excesivamente a los norteamericanos durante dos o tres generaciones.
El nombre de las manifestaciones, que han ido creciendo con el transcurso de las semanas, se deriva de la protesta en Boston en 1773 contra los impuestos aplicados por los británicos en los albores de la independencia de Estados Unidos. Ese histórico acto de repudio es conocido como “Tea Party” .
El 16 de diciembre de ese año, los indignados colonos abordaron tres barcos británicos cargados con te sujeto a nuevos impuestos y arrojaron ese producto a la bahía de Boston. El acto se constituyó en un hito en la historia estadounidense y es invocado a menudo como protesta contra el poder del gobierno.
Los opositores acusan a Obama de comprometer el futuro del país con trillones de dólares en deudas para pagar sus ambiciosos programas sociales, al mismo tiempo que incrementa el papel del gobierno en la vida del ciudadano común, como ha quedado ya de manifiesto con las medidas que ha tomado para tratar de contener la actual crisis económica.
Los honestos esfuerzos de Obama posiblemente le acarrearán simpatías en el resto del continente, pero en su país los opositores del mandatario demócrata han tenido duras palabras por su actitud sumisa frente a enemigos declarados de Estados Unidos, como el venezolano Hugo Chávez y el nicaragüense Daniel Ortega.
Lo que más irrita a los republicanos y conservadores en general es que, al proclamar un nuevo amanecer para las relaciones continentales, de hecho está acusando al gobierno anterior de George W. Bush de haber contribuido a agriar los sentimientos entre Washington y los vecinos sureños.
Eso puede ser cierto, pero la verdad es que la actitud recelosa de los latinoamericanos y los caribeños de habla inglesa contra Estados Unidos no se inició con Bush. Ha existido, con diferentes graos de intensidad, casi desde casi el mismo momento en que los países del hemisferio fueron conquistando su independencia.
La actitud de Obama es que todo ha cambiado con su llegada a la Casa Blanca y que ahora trata a los demás países de igual a igual y no con un sentido de “súper potencia” como ocurría antes.
La explicación suena razonable para muchos, pero al mismo tiempo molesta y parece hipócrita a los opositores del mandatario por estimar que trata deliberadamente de restar importancia a su propio país y, porque, en la realidad, Estados Unidos sigue siendo la misma potencia que era antes de que él llegara al poder, crisis económica o no.
La Casa Blanca y la gran prensa –que contribuyó decisivamente a la elección de Obama—trataron al comienzo de restar importancia e incluso ignorar las protestas semanales contra las proyectadas alzas en los impuestos, pero tuvieron que reconocer la existencia de las manifestaciones después de las realizadas en las calles de cerca de 800 ciudades para que coincidieran con el 15 de abril.
Esa fecha es el último día que tienen los estadounidenses para declarar sus impuestos del año anterior y los manifestantes aprovecharon la ocasión para realizar sus más multitudinarias protestas hasta el momento.
Nadie sabe con exactitud si las “tea parties” tendrán repercusiones políticas, pero los republicanos, que no sólo perdieron la Casa Blanca sino que están en minoría en ambas cámaras del Congreso, han recibido las manifestaciones con los brazos abiertos por considerar que se trata de genuinas protestas contra las medidas impulsadas por el popular presidente.
Si es así o no, habrá que esperar hasta las elecciones de “término medio” del año 2010 para determinar si las protestas han hecho mella en el gobierno demócrata. En esos comicios se reemplazará la totalidad de la Cámara de Representantes, un buen número de senadores y la mayoría de los gobernadores estatales.
Por ahora, Obama disfruta de sus nuevos amigos, entre ellos Chávez, quien hasta hace poco lo consideraba “ignorante” y que ahora lo alaba como “inteligente”. Por si acaso, el presidente venezolano que aspira a gobernar para siempre a su país, le regaló a su nuevo camarada un libro que reseña las injusticias centenarias cometidas por Estados Unidos y Europa contra caribeños y latinoamericanos.
En cuanto a la Cumbre de las Américas, que comenzó con un nombre equivocado porque hay una sola América y no varias, (un hecho aceptado dócilmente por los latinoamericanos para satisfacer a Estados Unidos) sus resultados fueron modestos. Paradójicamente, el mayor beneficiado podría haber sido para el único gobierno ausente de las deliberaciones, el de Cuba, con Obama mostrándose dispuesto a conversar con La Habana, aunque todavía no con los brazos abiertos, como deseaban los más ardientes partidarios de la dictadura castrista.