Friday, June 29, 2012

UN REGALO PARA ROMNEY

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Por Herman Beals

Hace muchos años, un sabio político chileno bautizó a la clase media y obrera de su país como “mi chusma dorada”. Como recompensa, esa “chusma dorada” lo eligió presidente.
Aunque con las diferencias clásicas de un país en desarrollo y una potencia mundial, en los Estados Unidos también existe ahora una chusma dorada. Se le conoce como “Tea Party”, el Partido del Té.
El Tea Party no tiene, por ahora, una estructura definida como entidad política. Se trata de millones de personas que actuan individualmente o en grupos, pero unidas por una férrea creencia libertaria: mientras menos intromisión del gobierno en la vida de las personas y menos impuestos agobiantes, mejor.
El nombre proviene de la época de la colonia, cuando los patriotas que darían origen a la nación más poderosa de la tierra se rebelaron contra el monopolio y los impuestos aplicados por el reino británico y descargaron y arrojaron al mar los cargamentos de té de tres barcos . Eso ocurrió el 16 de diciembre de 1773, dos años antes del comienzo formal de la revolución contra los ingleses. La protesta es conocida como La Fiesta del Té de Boston.
Los adeptos del Tea Party actual votan por los candidatos de sus preferencias en el Partido Republicano y fueron vitales en la reconquista de la mayoría de la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas del 2010.
Pero, a pesar de la fuerza demostrada por el Tea Party, las élites tradicionales del Partido Republicano miran con desconfianza y hasta desdén a los millones que comulgan con las ideas de menos gobiernos, menos impuestos y mayor libertad de comercio.
En otras palabras, la aristocracia republicana no acepta a esta “chusma dorada” excepto cuando se trata de contar los votos Sin embargo, todo eso podría cambiar ahora debido a la aprobación por la Corte Suprema de Justicia de la nueva ley de la salud, impulsada por el presidente demócrata Barack Obama.
 Para inmensa sorpresa de la élite republicana, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, John Roberts, nombrado por un presidente derechista, George W. Bush, se alineó con los cuatro ministros “izquierdistas” del máximo tribunal del país para ratificar la ley y no declararla inconstitucional.
Los otro cuatro jueces, considerados conservadores, se manifestaron en contra de ley por estimar que viola los preceptos de la Carta Magna. El argumento de Roberts es que la ley de salud se financiará con un nuevo impuesto y que el Congreso, que aprobó la legislación, tiene la facultad de imponer ese tributo.
Los demócratas dicen que no se trata de un impuesto, sino de una “penalidad” para obligar a comprar seguro de salud. Los republicanos afirman que es la mayor carga impositiva aprobada en la historia del país.
 Cualquiera hayan sido los motivos de Roberts, lo cierto es que con su decisión proporcionó al candidato presidencial republicano, Mitt Rommey, una poderosa arma para tratar de derrotar a Obama en las elecciones de noviembre próximo. Esa herramienta habría desaparecido si la corte hubiera dictaminado que la ley era inconstitucional.
El Partido del Té no ha demostrado hasta ahora mucho entusiasmo con la candidatura de Romney por considerar que sus ideas políticas son blandas e inadecuadas para sacar al país de su peligrosa situación económica, con una deuda externa que, literalmente, aumenta en millones de dólares con cada minuto transcurrido.
El Tea Party se opone abrumadoramente a la ley de salud, sentimiento que ha aumentado ahora con la definición de Roberts de que su financiamiento depende de un nuevo impuesto. Por ello, calculan los expertos, la “chusma dotada” del Tea Party votará ahora por Romney, quien ha prometido derogar la ley tan pronto como llegue a la Casa Blanca.
El destino y la política, actúan de manera misteriosa.