Tuesday, August 4, 2009

Castro y Obama

El colmo de la insolencia
Por Herman Beals

NUEVA YORK. Que Raúl Castro diga “yo no fui elegido” para abandonar el socialismo en Cuba es el colmo de la insolencia y el cinismo.

Y que el gobierno estadounidense de Barack Obama trate de hacerse amigo de los hermanos dictadores de Cuba es el colmo de la ignorancia y la estupidez.

Los mismos cubanos están divididos sobre la conveniencia de mantener el embargo a Cuba y de hasta haberlo aplicado hace medio siglo.

El bloqueo económico no puede atribuirse a Obama ya que más de media docena de presidentes –demócratas y republicanos—lo han mantenido y alimentado desde que fue impuesto hace 47 años. Pero sí se puede acusar al actual gobierno de hacer concesiones a la tiranía cubana sin obtener nada a cambio.

Como sucede con los musulmanes extremistas y otros grupos que odian a Estados Unidos, Obama está dispuesto a ser insultado por el régimen comunista cubano a cambio de una fútil búsqueda de simpatía.

Raúl Castro, al igual que el hermano que, descaradamente lo instaló en el poder cuando sus intestinos no lo dejaron seguir al frente del gobierno, ni siquiera puede ser llamado presidente. Muchos menos decir que fue “elegido” para mantener el comunismo.


“Tengo que decir con todo respeto a la señora Clinton que a mí no se me eligió Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”, dijo Raúl Castro ante la Asamblea Nacional, otro organismo tan falto de democracia como la presidencia cubana.

Castro, quien antes de heredar el cargo era considerado pusilánime y hasta homosexual por muchos de sus compatriotas, mostraba ahora la suficiente "valentía" como para enfrentar a Hillary Clinton, la secretaria de Estado encargada de ejecutar la política de su jefe y ex rival, Barack Obama.

Esa política se define casi en todos los casos con una palabra: concesiones.

Y de eso se están aprovechando los dictadores del mundo, desde Irán a Cuba.

Mientras Raúl Castro proclama ante sus camaradas comunistas de la Asamblea Nacional que “estamos dispuestos a hablar de todo... menos de negociar nuestro sistema político y social”, Estados Unidos sigue haciendo concesiones.

Para que el régimen comunista no se sienta “ofendido” por el cintillo electrónico que ofrecía noticias sin censura en la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, el gobierno de Obama ordenó apagarlo.

Y como otros gestos de buena amistad, Obama ha decidido reanudar las conversaciones sobre emigración y permitir que los cubanos que viven en Estados Unidos viajen libremente y envien dinero sin restricciones a Cuba.

Probablemente el envío de dólares es una buena causa, porque evita que muchos cubanos prácticamente se mueran de hambre, pero al mismo tiempo ayuda a subsistir a la dictadura.

En el mismo discurso en que Castro hizo saber a Estados Unidos que Cuba seguirá siendo comunista –aparentemente no convencido por los gestos conciliatorios de Obama y Hillary Clinton— anunció a sus compatriotas que su régimen había decidido recortar aún más el presupuesto fiscal, como si eso fuese posible.

Los cubanos están sumidos en la mayor miseria económica de los últimos 20 años, pero su dictador comunica a Estados Unidos que el comunismo no está en venta, no importa que Obama esté colocando la otra mejilla, como ya lo ha hecho con otros enemigos desde que llegó a la Casa Blanca.