Sunday, November 22, 2009

BR&BC

CANADA  AUG  2009
Nueva locomotora en el puente de Bear Creek, que será pintada con los colores del BR&BC. Foto de Gary Cameron

Herman Beals

Ante la proximidad del frio y la nieve, el ferrocarril Black Rock and Bear Creek (Roca Negra y Estero del Oso) entró en receso hoy, para volver a sus operaciones normales cuando llegue la primavera en el hemisferio norte.
El BR&BC es mi tren de jardín, aunque sería más apropiado llamarlo tren de montaña, porque sus 300 o más metros se extienden entremedio de un bosque, con cataratas, animales caseros y silvestres y pueblos y gente de tamaño proporcional a las locomotras y los vagones.
Siempre me han fascinado los trenes. Mi madre y mi tía Mary recordaban que sus antepasados habían llegado a Chile a trabajar en la vasta red ferroviaria que se estaba construyendo entonces en el país y que ahora, debido a la ceguera de los sindicatos y, especialmente, por la política aún más miope de los gobernantes , está reducida a una caricatura de lo que era.
En Estados Unidos hay miles de trenes de jardín, muchos de ellos verdaderas obras de arte, una condición que yo estoy muy lejos de atribuir al mío. Pero el BR&BC tiene suficientes detalles para llamar la atención de los amigos que lo han visitado y compensa sus carencias artísticas con su eficencia en las operaciones y para transportar mercadería entre sus estaciones.
Toda mi familia ha contribuido al éxito del tren, aunque Angélica –mi esposa—y yo tenemos un desacuerdo fundamental sobre el ferrocarril. Yo digo que estoy ocupado “operando” el ferrocarril. Ella dice que estoy “jugando”.
El tren es “Escala G” o 1:29, que es la proporción que hay entre el tamaño de sus locomotoras y las de un tren normal de pasajeros o carga.
La mayoría de mis máquinas son LGB, una firma alemana que dictaba la norma en la industria hasta que los malos tiempos económicos la llevaron a la bancarrota. El BR&BC también cuenta en su “roster” con máquinas de las empresas norteamericanas Aristo-Craft y USA, aunque son fabricadas en China, como casi todo lo que se vende ahora en Estados Unidos.
Cada una de mis locomotoras está equipada con un “decoder”, similar a un “chip” de computadora, que recibe órdenes inalámbricas. Las máquinas obtienen su poder de las vías, electrificadas con 22 voltios.
El tren opera de abril a noviembre, con breves interrupciones al llegar el otoño para limpiar sus vias e instalaciones de hojas. Este año, con Herman Jr. llevamos dos camionadas de hojas al basurero municipal.

Wednesday, November 18, 2009

DON ENEAS

Herman Beals
Buen Retiro – el nombre de este espacio— era como se llamaba el fundo de mi familia. Desde su centenaria casona en los días despejados se podia ver el Océano Pacífico. Entre la extensa hacienda y el mar, estaba el pueblo de Chanco, de calles polvorientas y , como se decía entonces, un poco “dejado de la mano de Dios”.
Su gente era buena, amable y cariñosa, cualidades comunes en los chilenos de entonces, pero que han ido desapareciendo no sólo en Chanco sino en todo el país, para desazón de quienes recuerdan y añoran los tiempos antiguos.
El progreso , las ganancias económicas y los rencores políticos han transformado a una gran parte de los chilenos. Por supuesto que no a todos, pero muchos son altaneros y “sobradores”, para emplear un término local, más o menos equivalente a petulante. Tanto es así, que en México escuché en una occasion describir a los chilenos “como argentinos mal vestidos”.
Pero, volvamos a Buen Retiro. El fundo era administrado por el tio Eneas, alto, apuesto, de penetrantes ojos azules y bueno pars los chistes.
“Don Eneas” era todo un personaje. Fungía como juez de paz y era frecuente que los carabineros (la policía nacional) se desviaran del camino principal para ir a verlo. Siempre he sospechado que las visitas tenían más, que ver con las comidas y el vino tinto que invariablemente les servían las empleadas, que con una real situación judicial. Incluso de vez en cuando los agentes llegaban con sus presos, atados a la cintura con una cuerda.
Como todos en su familia, Don Eneas era ateo y se reía abiertamente del cura párroco local.
Uno de sus cuentos favoritos era decir que el cura tenía casi tantos hijos como él, lo que a muchos sonaba como exageración.
Don Eneas se ufanaba de tener 100 hijos, aunque nunca se había casado. Esa cantidad era obviamente exagerada, pero entre los vástagos nacidos en Buen Retiro y sus alrededores se podia encontrar a muchachos y muchachas de sospechosos ojos azules.
El hombre hacía honor a la narrativa de “Gran Señor y Rajadiablos”, la novela del gran escritor Eduardo Barrios, famosa en esos tiempos.
Buen Retiro producía trigo, lentejas, papas y otras cosechas, además de que en sus potreros había abundante ganado vacuno, caballos y cientos de ovejas y cabras, lo cual permitía subsistir a los hermanos y hermanas del tío Eneas, como también a la numerosa prole de éste.
Para desesperación de mi madre, a mi me gustaba acompañar a los trabajadores en sus labores diarias y éstos se esforzaban por devolverme lo más sucio y enlodado possible al final de las faenas diarias. Mi favorito era don Ignacio Amaya, porque era el único que sabía como operar la cortadora de trigo y otras maquinarias agrícolas.
Había muchos campesinos como don Ignacio, leales y sacrificados. Algunos de ellos vivían en casas de adobe situadas en diversas partes de Buen Retiro. Eran conocidos como “medieros” porque junto con sus viviendas, los patrones le proporcionaban algunas héctareas para que sembraran trigos, papas y lo que quisieran. El patrón – en este caso el tío Eneas—le proporcionaba las semillas y los bueyes para que trabajaran la tierra. La cosecha era repartida luego en una mitad para el fundo y la otra para los peones. De ahí el término mediero.
Los trabajadores parecían aceptar estos términos de buena gana, salvo en los casos en que patrones, como el ineffable Don Eneas, hicieran alguna visita no autortizada a sus esposas o sus hijas.
De eso hace muchas décadas. A los 15 años me fui de Buen Retiro y nunca más he vuelto, aunque me pareció que ahora, desde Nueva York, este espacio llevara ese nombre.

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