Tuesday, May 10, 2011

FALLECIÓ EL PERIODISTA TEDDY CÓRDOBA

Nos comunicaron desde Carolina del Norte, donde vivia con su familia, que nuestro amigo el periodista Teddy Córdoba falleció este martes 10, luego de una larga enfermedad. Trabajamos juntos en el Diario El Nacional de Caracas y mantuvimos una gran amistad, pese a diferentes puntos de vista en lo político que ambos respetábamos.
Angélica Mora



UN AMIGO DE SIEMPRE...

Gentiuno
Publicado el 14.05.2006 10:18
Por Herman Beals



Ingresamos al mismo tiempo a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. El boliviano, yo chileno. De eso hace más de medio siglo, y desde entonces Ted Córdova Claure y yo hemos sido amigos. Ahora, Teddy, que es sin duda uno de los mejores periodistas latinoamericanos de las últimas décadas, presiente que su fin está cercano, una terrible enfermedad asechándolo. De ahí estas palabras.

Teddy y yo trabajamos juntos –para los mismos o diferentes órganos de prensa— en Santiago, Buenos Aires, La Paz, Caracas, Nueva York, Roma. Pero eso no parece tan importante ahora. Son las pequeñas anécdotas acumuladas con el correr de los años las que cuentan.

Para una vendimia, lo invité a él y a otro reportero chileno a mi casa en la región central vitivinícola. Cómo lo único que sabíamos hacer era escribir, pronto estuvimos publicando un improvisado diario mural con las actividades que rodeaban la cosecha de la uva y la producción del vino. Mis dos tías vestían de luto y Teddy de inmediato las bautizó como “Puntitos Negros” en el diario mural. Ellas fingían estar enojadas, pero en realidad se sentían felices. Desde entonces, Teddy era el favorito de ambas.

Para ir de una viña a otra, había que cruzar a caballo el río Loncomilla. Era la primera vez de Teddy a lomo de un caballo, de modo que lo atamos a los estribos, lo metimos al río y empezamos a cruzar. El caballo pertenecía a una persona que regularmente visitaba una casa, de modo que, sin tener a un jinete experto que lo dirigiera, se fue derecho a esa dirección, dejando atrás al resto del grupo. Cuando por fin encontramos a Teddy, todavía estaba sobre el caballo, con varias personas mirándolo en forma perpleja desde el corredor de la vivienda, y Teddy a ellas.

En Santiago vivíamos en el mismo apartamento. Cuando nos mudamos a un lugar cercano, los carabineros nos detuvieron para preguntarnos que hacíamos con esos colchones a la espalda a las tres de la madrugada. Un día de 1960, Teddy, otro periodista llamado Enrique Andrade y yo estábamos jugando al fútbol de chapitas cuando un fuerte temblor sacudió a Santiago. Los tres coincidimos en que debíamos presentarnos a la redacción del diario en que trabajábamos, por si éramos necesitados. Y lo éramos. El sismo, acompañado de un maremoto, había azotado con destructora fuerza al sur de Chile. “De acuerdo”, dijo Teddy, “pero primero terminemos el partido”. El fútbol de chapitas se juega con tapas de Coca Cola adornadas con las caras de los jugadores de un equipo, sobre un mantel marcado como cancha. El equipo favorito de Teddy era Boca Juniors. El mío, Colo Colo. Como sucede en la vida real, Boca Juniors derrotaba regularmente a Colo Colo.

Una vez, decidimos viajar en tren desde Buenos Aires a La Paz. Rogelio García Lupo, un prestigioso periodista argentino nos fue a despedir a la estación. Cuando estábamos por subir al tren, nos entregó un pedazo de tiza a cada uno. Cuando lo miramos extrañados, nos dijo muy serio: “Es para que se hagan la raya del c… cuando lleguen a La Paz. Estarán mucho tiempos sentados, y el viaje es muy largo”. No usamos la tiza, pero el viaje era realmente largo.

El tren pernoctaba en la ciudad argentina de La Quiaca antes de seguir al día siguiente hacia Villazón, en Bolivia. Era el 6 de agosto, Día Nacional de Bolivia, y Teddy me dijo: “Cómo nos vamos a quedar en Argentina en el día de mi país… vamos a bailar unas cuecas y tomar unas cervecitas en Bolivia. Y así lo hicimos. En la madrugada del día siguiente, cuando decidimos volver a Argentina para retomar el tren y cumplir con los requisitos aduaneros y de pasaportes, casi no podíamos creer por donde habíamos cruzado la noche anterior: sobre los durmientes de un puente ferroviario. “Ahora somos borrachos internacionales”, comentó Teddy con su habitual laconismo.

Un día llegó de visita a La Paz Carleton Beals, quien entonces era un escritor famoso por su defensa de América Latina y el Caribe en la prensa estadounidense y en decenas de libros el continente. (Carleton era una especie de tío abuelo mío, pero esa es otra historia). El caso es que Carleton, Teddy y yo fuimos en un jeep a recorrer los Yungas, una hermosa región subtropical al borde del altiplano. En uno de los pueblitos a que llegamos, había una ceremonia de bautismo de un hermoso bebé de raza negra, y fuimos invitados a la fiesta. Quizás por la influencia de la libación de numerosos yungueños, una letal mezcla de pisco y jugo de naranja, los tres terminamos como padrinos putativos del niño.

La posición política de avanzada de Teddy le ganó poderosos enemigos y en más de una ocasión pagó un alto precio por sus ideas, que mantuvo sin zigzagueos oportunistas. Cuando llegó a la Escuela de Periodismo en Santiago ya era liberal. Incluso don José Luis Córdova, un gran caballero boliviano, parecía preocupado de que esa tendencia le causara problemas a su hijo, pero eso no era obstáculo para que lo admirara abiertamente, como ahora lo hacen sus amigos.

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Por Herman Beals
desde Nueva York
hermanbeals@yahoo.com