Thursday, September 30, 2010

ES DIFICIL SER JOHN WAYNE

John Wayne
Es possible que en sus tiempos de camionero, Marion Mitchell Morrison jamás imaginó que la magia de Hollywood lo convertiría en John Wayne.

Herman Beals nunca soñó con ser otra cosa que periodista, bueno, regular o malo, pero periodista desde el principio hasta el fin.

Sin embargo, al otro lado del continente y miles de kilómetros aparte, John Wayne desempeñó un papel importante en la vida de Beals.

Una noche, mientras caminaban por una calle de Santiago, Herman le propuso a Angélica que formalizaran su relación contrayendo matrimonio.
Angélica dio un salto de sorpresa que le habría hecho estrellar la cabeza contra el techo, si es que hubieran estado en una casa y no en la calle Nueva York, donde estaba la radioemisora en que ambos trabajaban.

Hasta ese momento, Herman le había dicho a Angélica en más de una ocasión que “no era de los que se casaban”.

Ambos coincidieron en casarse el 14 de octubre debido a que el 12 de ese mes Angélica cumpliría 21 años, el umbral entre la adolescencia y la vida adulta en esos años. A él no le molestaba acudir al Registro Civil a obtener el certificado de matrimonio al día siguiente del cumpleaños, pero Angélica dijo que 13 es número de mala suerte y que no había que tentar al destino.

Y, en cierto modo, tenía razón.

La ceremonia civil fue fijada para las 11 de la mañana del 14. El día anterior, todos los detalles quedaron resueltos, salvo por un menor detalle. El novio no tenía los 18 pesos para pagar por las estampillas que oficializaban el transcendental paso.

Angélica abrió su cartera y le pasó al novio 20 pesos.

Esa noche, mientras caminaba por la calle Ahumada, Herman vio que un cine rotativo (llamado así porque repetía la misma película desde la una de la tarde hasta después de la medianoche) estaba dando “Río Bravo”, con John Wayne imponiendo su clase de justicia entre los “buenos” y los “malos”, como eran caracterizados entonces los héroes y los villanos.

Herman no lo pensó dos veces. En su última noche de soltero, disfrutó enormemente con John Wayne, Ricky Nelson, Angie Dickinson y Walter Brennan tratando de sacar de su eterna y patética borrachera a Dean Martin, el sheriff del pueblo texano de Río Bravo.

La película valía con creces los 12 pesos de la entrada, pero Herman tenía un problema. Los 20 pesos que le había dado Angélica habían quedado reducidos a 8 y se necesitaban 18 para los sellos en la libreta de matrimonio.

Efectivamente, todo fue bien al día siguiente, hasta que el funcionario, dirigiéndose al novio, le dijo que bajara al primer piso a comprar 18 pesos en estampillas.

A Herman no le quedó otro remedio que confesar que sólo tenía 8 pesos. Angélica lo miró entre asombrada y enojada, seguramente pensando en el lío en que se estaba metiendo.

La situación fue salvada por el testigo de la pareja, quien aportó los 10 pesos que faltaban.

No fue el mejor momento para Herman, pero John Wayne valía la pena.

Desde entonces y hasta ahora, Herman ha tratado de adherirse a los principios –menos las pistolas y los puños— tan bien utilizados por el actor en sus películas.

Sin embargo, y después de una reciente y particularmente penosa visita a un establecimiento médico, Herman confesó a Angélica: “Es difícil ser John Wayne”.
Ella lo miró con simpatía, pero probablemente estaba pensando en los primeros 18 pesos que perdió en su larga asociación con el periodista –como también lo es ella—que sigue siendo reportero, como el día en que la conoció.