Por Herman Beals
La selección de Paul Ryan como candidato a la vicepresidencia por el Partido Republicano ha tenido un efecto inesperado y peligroso para el aspirante a la presidencia, Mitt Romney: Muchos se preguntan: ¿No sería mejor que el números dos, en la papeleta de votación, fuera el número uno?
Ese sentimiento quedó de manifiesto tan pronto como el moderado y hasta políticamente tímido Romney anunciara que Ryan sería su compañero de fórmula en las elecciones del 6 de noviembre. Mientras el candidato a presidente ha despertado sólo un tibio entusiasmo entre los republicanos conservadores, la inclusión de Ryan fue recibida con aplausos y elogios.
El legislador de 42 años, por el estado de Wisconsin, satisface las aspiraciones de los conservadores, mientras que Romney siempre les ha parecido demasiado moderado y hasta vago en su campaña contra el presidente demócrata Barack Obama.
El propio Romney no ayudó a su causa cuando, al hacer el anuncio de Ryan, lo presentó como “el próximo presidente de Estados Unidos”.
Posteriormente enmendó el error, pero el mal ya estaba hecho, como ocurrió en Londres cuando puso en duda algunos aspectos relacionados con las Olimpiadas que estaban por comenzar y que, finalmente, fueron todo un éxito.
La prensa destacó el error, los blogs en la Internet se dieron un banquete y el influyente sitio de análisis político Crystal Ball (Esfera de Cristal) dirigido por Larry Sabato, de la Universidad de Virginia, escribió: “Dado que muchos republicanos probablemente preferirían que los lugares de Ryan y Romney fueran invertidos en la papeleta de votación, esperen ver el error en la presentación (de Ryan como candidato a la presidencia) en la propaganda política por televisión”.
Los casi tres meses que faltan para los comicios dirán quién tenía la razón: los moderados que prefieren a Romney o los republicanos más derechistas que quisieran ver en la Casa Blanca a un presidente que apoye los intereses individuales y no la presencia de un gobierno que aspire a controlarlo todo.
Aunque en fechas recientes Ryan ha negado ser un ardiente seguidor de Ayn Rand, en su juventud y hasta hace algunos años atrás era un ardiente partidario de las ideas de esa intelectual e ideóloga rusa-estadounidense del siglo pasado.
Ayn Rand creía firmemente en el individualismo y en las ideas libertarias, en contraste con cualquier gobierno que actúe como “el hermano mayor” cuando se trata de los ciudadanos de un país.
El escritor Gary Weiss, autor del libro “La Nación de Ayn Rand: la lucha escondida por el alma de Estados Unidos”, recuerda en un artículo para CNN, que en el año 2005 Ryan proclamó que la autora de la novela El Manantial, era “la razón por la cual me involucré en el servicio público”, pero que en abril pasado el legislador dijo que las informaciones sobre su admiración por la intelectual eran “una leyenda urbana”.
Según Weiss el hecho que la novelista fuera atea y estuviera en favor del aborto podría antagonizar a los sectores de la derecha cristiana y a iglesia catolica en general, contra Ryan.
Es muy posible que una abrumadora proporción de los votantes estadounidenses no tengan ni siquiera idea de quien era Ayn Rand y sus ideas de que las acciones debían basarse en la “razón” y el individualismo, pero no hay duda de que todo esto será esgrimido contra Ryan durante la campaña política, que ya es una de las más sucias en la historia de la lucha por la presidencia en este país.
Lo más probable es que los ataques contra Ryan --y por extensión a Romney-- se centren en el proyecto de presupuesto nacional presentado, y aprobado, en la Cámara de Representantes, por el ahora candidato vicepresidencial.
Aunque Ryan lo niega, los opositores demócratas afirman que ese presupuesto terminaría la seguridad social actual, especialmente en lo que tiene que ver con los ancianos, quienes se verían severamente privados de los servicios de salud que disfrutan ahora.
Ryan insiste que sus ideas reformistas son la única salida existente para evitar la quiebra del servicio de salud para la gente de edad y conservar, al mismo tiempo, las pensiones de los jubilados. Interrogado sobre los planes de Ryan, que forzosamente significarían la reducción o eliminación de muchos programas sociales existentes, Romney trató de divorciarse de esas ideas a los pocos días de hacer su anuncio diciendo que la campaña seguiría su propio plan económico. ¿Significa eso que ya hay fisuras en la campaña Romney-Ryan?
No necesariamente, pero ello puede pronosticar un escabroso camino hasta el 6 de noviembre entre el cauteloso hombre de negocios que quiere ser presidente y el joven político preferido por los conservadores y la poderosa ala republicana constitucionalista conocida como Tea Party.