Por Herman Beals
“Un billón la página”. Así fue como puso un diario cibernético el costo del estimulo para reavivar la economía estadounidense, pero en verdad el precio para los norteamericanos es aún más elevado, si ello es posible.
Un billón de dólares en inglés es igual a mil millones de dólares en el uso de las cifras en español, de modo que usted saque la cuenta.
El proyecto de ley original tenía 778 páginas, y la suma aprobada por el Senado es de 838 billones de dólares.
Eso es 838 seguido de DOCE CEROS.
838.000.000.000.000.
Si a esa extraordinaria suma se le agrega el 14 por ciento de interés que pagará el gobierno de Estados Unidos a China y los otros países que presten el dinero a Washington, la cantidad con que el presidente Barack Obama está comprometiendo el futuro de la nación sobrepasa lejos el trillón de dólares.
En español, un trillón significa que se agregan ceros a la docena para que se lea un millón de millones, pero hay que ser un experto en matemáticas, no un simple periodista –y no siempre familiar con la aritmética-- para determinar con exactitud cuánto es más de un trillón de dólares en el más modesto mundo de habla castellana.
Si el proyecto de ley no era aprobado, amenazó Obama, las consecuencias serían funestas para el país y, finalmente fue ratificado por el Senado, con sólo tres republicanos uniéndose a los 58 demócratas correligionarios del nuevo presidente.
En sus tiempos de candidato, Obama habló hasta de separar el océano a la manera bíblica. Millones le creyeron y se alzó como presidente en una elección histórica, pero la división de las aguas podría ser una tarea menos exigente que las explicaciones que deberá dar a sus seguidores si el estímulo al final “no estimula”.
“Nosotros (los republicanos) queremos estimular la economía, no hipotecar el futuro de nuestros hijos y nietos mediante el tipo de amplio gasto incluido en esta legislación”, dijo el senador republicano John McCain, derrotado por Obama en las elecciones de noviembre pasado.
McCain se había mostrado dispuesto a darle el beneficio de la duda a Obama, y hasta a apoyarlo en sus primeras semanas en la Casa Blanca, pero las dudas de que el estímulo vaya a devolver la prosperidad al país lo pusieron en franca oposición.
Tampoco ayudó que, en su afán por impulsar el estímulo, Obama hubiera abandonado sus cantos de sirena bipartidistas con McCain y el resto de los minoritarios republicanos, para altaneramente recordar que él había ganado los comicios presidenciales y, por lo tanto, se debía hacer lo que él quería.
El proyecto de ley aprobado por el Senado debe ahora ser “reconciliado” con la medida pasada originalmente por la Cámara de Representantes. En esa instancia, la totalidad de los republicanos votaron en contra, pero ahora podrían ser más receptivos a la idea. El Senado agregó provisiones que contemplan alivios impositivos, una posición favorita de los republicanos, pero anatema para los demócratas.
A pesar de que el tan proclamado bipartidismo de Obama quedó hecho trizas durante el proceso legislativo para imponer la ayuda económica, la aprobación del impulso es considerada como un triunfo político para el joven y carismático presidente, pero con severas advertencias sobre lo que pueda suceder en el futuro.
Si el estímulo tiene éxito en los próximos 12 o 24 meses, Obama será alabado como un genio. Pero si la economía se arrastra como ahora, la perspectiva podría ser muy diferente. Cuatro años pueden parecer un largo plazo pero, en el saturado mundo de la política estadounidense, las elecciones presidenciales del 2012 están sólo a la vuelta de la esquina.
Tuesday, February 10, 2009
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