Monday, February 1, 2010

LA BODA

Herman Beals
No eran exactamente los Capuletto y los Montesco, pero, salvo por el romance del cuarentón tío Carlos y la otoñal futura tía Ana, no había amor perdido entre las familias de los novios.
Tampoco ayudaba el hecho de que el novio fuera de Villa Alegre y la novia de San Javier, ambos en el fértil valle del río Loncomilla.
San Javier era un pueblo grande que quería pasar por ciudad, amorfo y sin carácter.
Villa Alegre era sólo un punto en el mapa, pero compensaba su falta de tamaño con un encanto que era la envidia de sus vecinos, una decena o poco más kilómetros al norte.
Nunca supe como se inició el romace. Ninguno de los dos hablaba mucho de ello y parecían llevarse bien, por lo menos la mayor parte del tiempo. A partir de la boda, el tío Carlos ´empezó a pasar bastante tiempo en la casa de su esposa en San Javier, donde moriría en 2009, años después de que falleciera la tía Ana.
Cierto o no, su familia adoptada dijo que el tío Carlos había expresado el deseo que lo sepultaran en San Javier, para estar cerca de su esposa y así se hizo. El nicho que la tía Nana y la tía Aida le habían reservado al lado de ellas, quedó vacío y, en la muerte, Villa Alegre perdió a uno de sus más generosos e ilustrados ciudadanos.
Decenas de años antes, la antipatía existente entre las dos familias se hizo sentir en toda su intensidad cuando la hermana que vivía con el novio se negó a viajar a San Javier para formalizar con la madre de su futura cuñada los detalles de la boda.
La segunda hermana del tio Carlos, Aida, inteligente, bien leída y firme en sus convicciones, también se opuso a la boda y lo hizo saber sin que hubiera lugar a equivocaciones.
La tía Aída era fieramente defensora de sus antepasados y su herencia y tenía la sospecha –que se corrobaría con el paso del tiempo -- que la boda sería como una cuña que abriría una brecha en su familia, con efectos económicos poco deseables.

Así las cosas, el tío Carlos recurrió a una solución poco ortodoxa para satisfacer los deseos de su novia y, posiblemente de su futura suegra, de que debía haber una ceremonia formal de “pedida de mano”.

La solución fue pedirnos a sus sobrinos, Jaime y yo, que fuéramos a San Javier a hablar con doña Margarita a fin de pedirle la mano de su hija.

Así lo hicimos. Doña Margarita era posiblemente el mejor exponente de su familia. Sentada al lado de un brasero, de donder casi nunca se movía, nos trató bien y quedó convenido en que habría boda. No recuerdo bien los detalles, pero me parece que fue Jaime quien habló la mayor parte del tiempo para exaltar las virtudes del tío Carlos con mi entusiasta asentimiento.

Quedó convenido que la boda sería en La Arena, la centenaria residencia de los Lara, dentro de algunos meses.

A pesar de que nunca aceptaron la unión, la tía Nana y la tía Aída se dedicaron con entusiasmo a la preparación de la boda, con decenas de parientes y amigos invitados, pero la enemistad o quizás sólo rivalidad de villaalegrinos y sanjavierinos resurgió con fuerza durante la fiesta. Quizás esa circunstancia fue aumentada por el hecho de que las dos familias “se pasaban pero no se tragaban”, como se acostumbraba decir entonces en Chile ... y quizás se sigue diciendo.

El caso es que los nuevos cuñados y cuñadas del tío Carlos se disgustaron por algo que interpretaron como un desaire cuando la fiesta estaba de lo mejor,.

Hace muchos años y nunca tuve muy claro los detalles exactos de lo ocurrido, pero siempre he creído que lo que enojó a los Garrido es algo que Jaime o yo dijimos.

El matrimonio no comenzaba con buenos auspicios. El tío Carlos, como era lógico, estaba desconsolado y la situación sólo fue superada por la diplomacia de la tía Aida, quien siempre sabía enfrentar las situaciones difíciles cuando era necesario hacerlo.

La familia de la novia desistió de retirarse de la boda. Nunca supimos si también querían llevarse a la novia.

Capulettos y Montescos no eran, y el drama entre ellos no era tan intenso como la tragedia shakespereana de Verona, pero los Laras y los Garridos tampoco eran entonces los mejores de los amigos.

1 comment:

  1. Despues de la nota del mauser crei que habia perecido bajo los tomates. Me alegro que este vivo y que siga con las buenas notas.
    Saludos.

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