No hay términos medios
cuando se trata de Trump
Herman Beals
Nueva York, 23 de nov, 2016
Cuando se trata de Donald Trump, es "palos porque bogas, y palos porque no bogas". El presidente electo de Estados Unidos está en una complicada y difícil situación. Durante los agitados meses que precedieron su elección a la Casa Blanca, era un advenedizo al mundo de la política y no le importaba decir cualquier cosa para avanzar su entonces improbable causa. Pero ahora, el peso de la Casa Blanca está sobre su espalda y cada día encuentra más difícil satisfacer a sus millones de seguidores y a quienes le hacen la guerra a muerte. Como candidato, Trump amenazó a Hillary Clinton con enviarla a la cárcel por su comportamiento cuando era Secretaria de Estado. La señora Clinton usó un sistema privado para sus comunicaciones cibernéticas, un categórico no no para una posición como la que ella ocupaba. Al mismo tiempo, según sus detractores, usó su influencia para ayudar a enriquecer la fundación -supuestamente caritativa- que ella mantiene con su esposo, el ex presidente Bill Clinton y su hija, Chelsea. Pero ahora, a menos de dos meses de asumir el cargo, Trump aparentemente ha renegado de su amenaza de enjuiciar a su derrotada rival. Algunos derechistas identificados con el llamado “establecimiento” político, que existía antes de la llegada de Trump, pusieron "el grito en el cielo" por el cambio de pensar del presidente electo. Es muy posible que los seguidores de Trump, quienes durante la campaña pedían a gritos que el lugar apropiado para Hillary Clinton era la cárcel, tampoco estén de acuerdo con su posición más benigna hacia la mujer que en dos ocasiones ha buscado, sin éxito, la presidencia. Pero. como han explicado los colaboradores de Trump, el próximo ocupante de la Casa Blanca cree ahora que enjuiciar a la política demócrata sólo contribuiría a aumentar la división existente en el país. El caso de la señora Clinton seguramente no será el último en despertar controversia y animosidad contra Trump. Los demócratas, reducidos a una posición minoritaria en ambas cámaras del Congreso, ausente de gobernaciones y asambleas legislativas en una gran mayoría de estados, y desalojados de la Casa Blanca, aprovechan cualquier situación para atacar y denigrar a Trump. En esto, los enemigos del presidente electo son ayudados por la prensa que, en forma abrumadora, apoyó e hizo campaña por la candidata demócrata durante la campaña. Por cierto, no ayuda que Trump hable mucho y algunas veces, en una sola sentencia, parezca contradecirse. Pero desde que fue elegido, ha estado tratando vigorosamente de dejar en claro que quiere ser presidente de todos sus compatriotas, no sólo de quienes marcaron su nombre al momento de votar. Por lo menos merece que se le conceda la oportunidad.
Cuando se trata de Donald Trump, es "palos porque bogas, y palos porque no bogas". El presidente electo de Estados Unidos está en una complicada y difícil situación. Durante los agitados meses que precedieron su elección a la Casa Blanca, era un advenedizo al mundo de la política y no le importaba decir cualquier cosa para avanzar su entonces improbable causa. Pero ahora, el peso de la Casa Blanca está sobre su espalda y cada día encuentra más difícil satisfacer a sus millones de seguidores y a quienes le hacen la guerra a muerte. Como candidato, Trump amenazó a Hillary Clinton con enviarla a la cárcel por su comportamiento cuando era Secretaria de Estado. La señora Clinton usó un sistema privado para sus comunicaciones cibernéticas, un categórico no no para una posición como la que ella ocupaba. Al mismo tiempo, según sus detractores, usó su influencia para ayudar a enriquecer la fundación -supuestamente caritativa- que ella mantiene con su esposo, el ex presidente Bill Clinton y su hija, Chelsea. Pero ahora, a menos de dos meses de asumir el cargo, Trump aparentemente ha renegado de su amenaza de enjuiciar a su derrotada rival. Algunos derechistas identificados con el llamado “establecimiento” político, que existía antes de la llegada de Trump, pusieron "el grito en el cielo" por el cambio de pensar del presidente electo. Es muy posible que los seguidores de Trump, quienes durante la campaña pedían a gritos que el lugar apropiado para Hillary Clinton era la cárcel, tampoco estén de acuerdo con su posición más benigna hacia la mujer que en dos ocasiones ha buscado, sin éxito, la presidencia. Pero. como han explicado los colaboradores de Trump, el próximo ocupante de la Casa Blanca cree ahora que enjuiciar a la política demócrata sólo contribuiría a aumentar la división existente en el país. El caso de la señora Clinton seguramente no será el último en despertar controversia y animosidad contra Trump. Los demócratas, reducidos a una posición minoritaria en ambas cámaras del Congreso, ausente de gobernaciones y asambleas legislativas en una gran mayoría de estados, y desalojados de la Casa Blanca, aprovechan cualquier situación para atacar y denigrar a Trump. En esto, los enemigos del presidente electo son ayudados por la prensa que, en forma abrumadora, apoyó e hizo campaña por la candidata demócrata durante la campaña. Por cierto, no ayuda que Trump hable mucho y algunas veces, en una sola sentencia, parezca contradecirse. Pero desde que fue elegido, ha estado tratando vigorosamente de dejar en claro que quiere ser presidente de todos sus compatriotas, no sólo de quienes marcaron su nombre al momento de votar. Por lo menos merece que se le conceda la oportunidad.
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