Por
Herman Beals
Sarah
Palin volvió en gloria y majestad a la escena política, pero sus
detractores se niegan a reconocer que la mujer que surgió desde
Alaska a la escena nacional para cautivar al país -o despertar
profundo odio entre los izquierdistas o de quienes gozan de
privilegios en Washington- pueda tener un efecto en las elecciones
que en el año 2016 harán de Barack Obama un mal recuerdo para los
republicanos y, especialmente, para los conservadores e
independientes constitucionalistas.
Hasta uno de los
más ardientes críticos de la señora Palin, el diario Washington
Post, reconoció que la aparición de la ex candidata
vicepresidencial en uno de los máximos conclaves conservadores de
Estados Unidos fue un éxito, con la multitud
otorgándole, de pie, los mayores aplausos, entre las varias docenas
de oradores que participaron en la asamblea.
“La
respuesta dejó en claro que ella mantiene un enorme capital político
en la base conservadora”, dijo el diario, pero el periódico no
pudo resistir la tentación de afirmar que las reiteradas ovaciones
“recordaban el período en que era quizás la figura más prominente
del Tea Party o Partido del Té, cuyos integrantes rechazan la
injerencia excesiva del gobierno en sus vidas.
Esa
tónica, de insinuar que la señora Palin no es más la figura
dominante entre los republicanos conservadores, es casi unánime entre
los órganos de opinión izquierdistas y aún entre los medios del
sector derechista tradicional, cuyos privilegios son expuestos a
menudo por la ex gobernadora de Alaska.
La
verdad es que Sarah Palin es odiada por los izquierdistas que temen
que declare su candidatura presidencial y por los derechistas que no
la consideran miembro de la clase establecida y tradicional del
Partido Republicano.
Muchos
esperaban que la lider conservadora fuera candidata a la presidencia
contra Obama el año pasado, pero ella decidió no aceptar el desafío
y finalmente los republicanos llevaron como abanderado a un
empresario que causaba desconfianza entre amplios sectores del
partido y que ahuyentó a la clase media trabajadora en vez de
atraerla.
Varios
otros prominentes republicanos decidieron no participar en las
elecciones primarias, pero ninguno de ellos fue atacado entonces, o
ahora, como sucede con Sarah Palin, quizás porque ninguno de ellos
disfruta de la popularidad que tiene ella.
Casi
todas las versiones periodísticas sobre su participacion en la
asamblea conservadora llamada CSPAN reconocen que la dirigente fue la
más aplaudida, pero al mismo tiempo incluyen una salvedad no
respaldada por nada concreto: la creencia es que ella no será
candidata a la Casa Blanca en 2016.
Es
posible que sea así, pero sólo ella puede saberlo y en los tres
años y medio que faltan para los comicios pueden suceder muchas
cosas. Pero la muletilla no es repetida cuando se trata de los nuevos
preferidos de la prensa izquierdista y de los propios comentaristas
afines al statu quo entre los republicanos: los senadores Rand Paul,
un dentista de tendencia libertaria, y Marco Rubio, hijo de
inmigrantes cubanos que hasta hace unas semanas era mencionado como
candidato fijo a la presidencia pero cuyos bonos parecen haber
empezado a cotizarse a la baja en estos días.
No sé si Sarah Palin se lanzará a la palestra en el 2016, y aunque admiro su honestidad y sus convicciones, no le veo mucha estatura presidencial. Y el campo de posibles candidatos de una y otra parte no luce muy promisorio. Gracias por esos artículos, bien pensados y bien escritos.
ReplyDeleteEnrique Durand