El escándalo de AIG
Por Herman Beals
De todas las críticas que de pronto han comenzado a llover sobre el inexperto nuevo presidente de Estados Unidos, probablemente la más devastadora ha provenido de Maureen Dowd: Barack Obama hasta necesita un telepromter para enojarse”.
La columnista de The New York Times, un periódico que abrazó con pasión a Obama durante la campaña electoral como muchos otros en el resto del mundo, se estaba refiriendo al obviamente demorado enojo del mandatario por los 165 millones de dólares otorgados a incompetentes ejecutivos de AIG con dinero de los contribuyentes.
En su prisa por rescatar de la ruina a la gigantesca compañía aseguradora, el gobierno de Obama pasó por alto el hecho de que la empresa había firmado contratos otorgando bonos precisamente a los jefes de la división financiera que llevó a la firma al precipicio.
De esa omisión también fue culpable el gobierno de George Bush al autorizar el primer rescate económico de AIG, pero en esa operación estuvo estrechamente relacionado Tim Geithner, el secretario del Tesoro de Obama, quien parece ser más apto en ignorar el pago de sus propios impuestos que en defender el erario público
Hace unas semanas, Geithner fue instrumental en agregar 30 mil millones de dólares a las sumas dadas antes a AIG, pero pasó por alto los bonos pagados a empleados en Estados Unidos y en el extranjero, muchos de los cuales ni siquiera están ya con la empresa.
El otorgamiento de los bonos provocó ultraje en todos los sectores, lo que llevó a Obama a condenar la medida con una declaración que pareció más orquestada que sincera, leyendo sus palabras en una pantalla electrónica transparente, conocida como telepromter.
De ahí la reacción de Maureen Dowd, quien se especializa en atormentar a los ocupantes de la Casa Blanca, sean estos republicanos, como Bush, o demócratas como Obama.
El período de “luna de miel” que la prensa concede a todo nuevo presidente, parece haber llegado a su fin antes de los primeros dos meses de Obama en el poder y no a los 100 días tradicionales otorgados a otros mandatarios. Bush tampoco disfrutó de ese período en su segundo término, pero nunca fue el regalón de la prensa, como lo es –o lo era— el actual gobernante.
Las críticas adversas no se limitan a los comentaristas derechistas que creen que Obama está conduciendo al país al socialismo con el exceso de injerencia del estado en la economía, el sector de la salud, la ciencia y la educación, si no que han comenzado a surgir entre miembros moderados de su propio Partido Democrático, aunque su ala izquierdista aplaude con entusiasmo al presidente en todo, menos en su envío de más tropas a Afganistán.
Los argumentos de la Casa Blanca que el rescate de AIG comenzó en los tiempos de Bush y que por lo tanto el escándalo de los bonos es un problema “heredado”, no ha encontrado mucho eco en los críticos del actual gobierno.
El economista y personalidad de la televisión, Lawrence Kudlow, calificó el caso de AIG como “un completo fiasco”, que debe ser atribuido a los regímenes de Bush y Obama, “que muestra, una vez más, por qué el gobierno no debería administrar nada, porque no puede administrar nada”
Nadie debería sorprenderse de lo que está pasando, dice Kudlow. “Pero el presidente Obama está realizando la mejor de sus actuaciones. El sabe muy bien que la ira nacional contra los rescates económicos federales y las tomas de control sólo van a empeorar bajo su mirada. Sus números en las encuestas ya están cayendo y el episodio de AIG los va a empujar aún más hacia abajo”.
Duras palabras para un político que hasta hace sólo unos meses no podía hacer nada mal.
Wednesday, March 18, 2009
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment