Friday, December 25, 2009

UN HOMBRE DE BIEN

cruzdelavila
Cruz en el Avila
Herman Beals
Siempre he pensado que los países tienen los presidentes que se merecen y, en las actuales condiciones de Venezuela, estimo que esa creencia es más que acertada.
La muerte del doctor Rafael Caldera, quien gobernó a Venezuela en dos ocasiones —la primera más acertada que la segunda—me trajo a la memoria esa reflexión de que los países tienen los presidentes que se merecen.
Con Caldera al timón, Venezuela era un país digno y admirado.
Con Hugo Chávez como dictador no declarado, Venezuela y los venezolanos sólo derivan compasión, por una parte y repudio por otra.
Compasión porque Chávez y su ideología socialista ha convertido a una gran nación en una caricatura de lo que era.
Repudio porque los venezolanos todavía no parecen darse cuenta de la realidad aún mas amrga que les espera si no tienen la valentía de enfrentar al ex paracaidista y forzarlo a que se vaya del poder.
Muchos pueblos se han enfrentado a gobernantes corruptos y tiranos en el pasado. Eso incluye a los venezolanos que repudiaron las tiranías de Gómez y Pérez Jiménez, a los argentinos que dijeron no a Perón, a los chilenos que se opusieron en un referendo a Pinochet y otros, aún más heroicos, como los checos y los húngaros en los tiempos comunistas de la bota soviética.
Sorprendentemente, los venezolanos parecen haberse resignado a su suerte, como también lo han hecho los cubanos desde hace más de medio siglo.
Los venezolanos pueden haber o no estado de acuerdo con el doctor Caldera, pero hay que ser muy ciego para no ver la diferencia entre el político, fallecido a los 93 años el día antes de Navidad, y el actual gobernante socialista.
La libertad y los derechos humanos florecían en la próspera Venezuela a que yo llegué, poco antes de que Caldera asumiera poor primera vez la presidencia
Las naciones del resto del continente respetaban a Venezuela y a Caldera, un hombre de clara inteligencia, ciento por ciento dedicado al bienestar de su país y sus compatriotas. Obviamente no todos coincidían con sus puntos de vista y sus acciones –lo que se hizo más visible durante su controversial segundo mandato- pero, ni en los momentos más críticos de su gobierno, existía la anarquía, la prepotencia, la ignorancia y los abusos actuales.
Don Rafael fue siempre amigable conmigo y Angélica durante mis ocho años como corresponsal extranjero en Venezuela.
Una vez, durante una de sus conferencias de prensa semanales, el doctor Caldera me preguntó si Angélica ya había dado a luz a nuestro segundo hijo. Cuando le contesté que si, me preguntó por el nombre que le pondríamos al nuevo bebé.
“Carlos Rafael”, le dije.
“Así estás bien con Dios y con el Diablo”, me dijo en medio de las risas de tres docenas de periodistas.
En verdad, el nombre Carlos era por mi querido tío Carlos, quien también acaba de fallecer, y no por Carlos Andrés Pérez, también ex presidente de Venezuela y entonces enconado rival de Caldera, y el segundo nombre, Rafael, por un amigo que teníamos entonces. Pero el presidente fue rápido en captar la coincidencia.
Don Rafael era todo un caballero y lo sigue siendo. Según se ha informado en Caracas, dejó un mensaje póstumo que le retrata de cuerpo entero.
"Asumo con responsabilidad mis acciones y mis omisiones y pido perdón a todo aquel a quien haya causado daño", escribió y expresó el deseo de una Venezuela que viva en
"libertad, con una democracia verdadera donde se respeten los derechos humanos, donde la justicia social sea camino de progreso. Sobre todo, donde podamos vivir en paz, sin antagonismos que rompan la concordia entre hermanos".
"Procuré tener el corazón cerca del pueblo y me acompañó siempre el afecto de mucha gente. He tenido adversarios políticos; ninguno ha sido para mí un enemigo. He intentado actuar con justicia y rectitud, conforme a mi conciencia. Si a alguien he vulnerado en su derecho, ha sido de manera involuntaria".

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