Wednesday, November 7, 2012

OPORTUNIDAD PERDIDA

NY, 7 DE NOVIEMBRE, 2012

Herman Beals

Debido a su falta de carisma, mal asesoramiento y decisiones equivocadas, Mitt Romney perdió una elección que era más fácil ganar que desperdiciar .
A pesar de su inepto primer período, Barack Obama fue reelegido gracias a una mejor estrategia electoral y una buena comprensión por los demócratas de las cada vez más importantes minorías compuestas por los votantes negros y de procedencia latinoamericana que han surgido en Estados Unidos.
Nada hace vaticinar que los próximos cuatro años de Obama en la Casa Blanca serán diferentes a lo ocurrido desde el 2008 hasta ahora, con el país sumido en una crisis económica y una deuda externa que podría llevarlo por la misma desafortunada senda de Grecia o España.
La victoria en las urnas electorales del primer presidente de raza negra que haya tenido el país fue una recompensa que, a todas luces, no se merecía.
Los éxitos de Obama pueden contarse con los dedos de una mano, mientras que sus deficiencias e incumplimientos de sus promesas demagogas son muchas.
Todos esos hechos, sin embargo, no fueron suficientes para ocultar los factores negativos de la candidatura de Romney, el millonario del estado liberal de Massachusetts que nunca pudo explicar claramente cuál era la medicina que proponía para curar los males de la nación.
El  martes 6 de noviembre una suficiente mayoría de votantes dejó en claro que para ganar la  presidencia se necesitaba algo más que proclamar logros obtenidos como  hombre de negocios de éxito.
Ese fue al argumento esgrimido hasta el cansancio por Romney  para diferenciarse de los antecedentes de “organizador comunitario” utilizados por Obama para ascender en la escalera política de Chicago y del Partido Democrático.
Por supuesto, Romney  no es el único culpable de la derrota. Sus colaboradores en la larga y costosa campaña electoral parecieron aficionados en comparación con las tácticas utilizadas por los asesores de Obama, quienes se propusieron lograr la reelección a como diera lugar, sin importar si los métodos conducentes hacia ese fin eran legítimos o no.
Pero, quizás el hecho más decisivo para la derrota en la carrera presidencial reside en el Partido Republicano mismo y su intransigente “establecimiento”, el sector que impone desde sus esferas privilegiadas el curso a seguir, especialmente con la designación de los candidatos a cargos de elección popular.
Hasta antes de las elecciones primarias, había varios candidatos que parecían más atractivos que Romney para alcanzar la presidencia, pero uno a uno se fueron alejando por considerar que no tenían posibilidades de que sus credenciales fueran consideradas legítimas por la “élite” republicana.
Enseguida Romney se impuso a un mediocre grupo de aspirantes, y aunque nunca fue aceptado plenamente por los sectores más conservadores del partido, al final el “establecimiento” en Washington lo acogió como “su” candidato, con las consecuencias que ahora la mitad del país lamenta.
 ¿Moraleja?
El Partido Republicano debe adaptarse a los tiempos y al pensamiento de la mayoría de sus miembros, desechando las obtusas posiciones de unos pocos... pero, por ahora, esa es otra historia.

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