Monday, March 2, 2009

Una montaña de deudas

Obama, el hermano mayor
Por Herman Beals
NUEVA YORK. Con el cuento de “¡Viene el Lobo, Viene el Lobo!” Barack Obama ha logrado una de las más memorables hazañas de la política estadounidense, una que los izquierdistas como él soñaban desde los tiempos del Nuevo Trato de Franklin Delano Rossevelt y la Gran Sociedad de Lyndon B. Johnson: el regreso del gobierno como el hermano mayor cuya misión es mirar por el resto de la familia.
Tan pronto como el Congreso, dominado por el Partido Democrático de Obama, aprobó su ley de estímulo a la economía, sin un solo voto republicano en la Cámara de Representantes y con el apoyo de sólo tres senadores en la cámara alta, el mandatario cambió su sombrío pronóstico de que la economía estaba al borde del precipicio para expresar esperanza en el futuro. Nadie duda de que la situación financiera es difícil pero, hasta que consiguió lo que quería, el presidente vaticinaba poco menos que el Apocalipsis.
Obama, a todas luces, probó así que su inteligencia y capacidad de maniobra va mucho más allá de lo que sus adversarios le atribuían.
La recién reencontrada nueva esperanza se basa en estimados de crecimiento en los próximos años, los que muy pocos economistas respetables comparten por considerarlos demasiados optimistas. Pero la Casa Blanca, donde Obama reina como monarca absoluto, reitera que todo será color de rosa y el presidente ha prometido reducir el gigantesco déficit presupuestario de Estados Unidos a la mitad al final de su primer término, en el 2013.
Si los economistas están equivocados y Obama correcto, mejor para el país. Pero si el presidente está errado, mejor que se olvide de un segundo término y el mismo lo ha dicho de un modo u otro. Obama ha demostrado que detrás de su lengua dorada hay un cerebro brillante y calculador, le guste o no a sus detractores.
Por ahora los liberales (izquierdistas) que hicieron posible su ascensión a la presidencia están extasiados, como lo puso la columnista Eleanor Clift, quien no es ajena a esa corriente.
Ella escribió:
“Los muchos de millones de liberales que apostaron que un joven, carismático político podría llegar a ser un gran presidente están ahora creyendo que están en el nirvana político. Primero, el presidente Obama anunció una intrépida agenda sobre energía, educación y cuidado de la salud ante el Congreso… Enseguida produjo un presupuesto respaldando esos compromisos”.
“Algunos miembros del Congreso reaccionaron con escepticismo cuando Obama dijo que reduciría a la mitad el déficit para fines de su primer término. Pero, comparado con los otros desafíos que enumeró, como salvar el capitalismo y encontrar cura para el cáncer, reducir el déficit es algo menor. Sus oponentes afirman que él es irrealista y hasta peligroso”, dice la columnista, aparentemente no muy convencida ella misma de que todo lo prometido se convierta en realidad.
El proyecto de ley de estímulo fue aprobado sin que virtualmente ninguno de los legisladores tuviera la oportunidad de leer sus artículos. Pero la mayoría demócrata no tenía necesidad de hacerlo. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el jefe de la mayoría en el Senado, Harry Reid, sabían que en sus mil y tantas páginas, y en el presupuesto para este año presentado por la Casa Blanca poco después, había resucitado “El Gran Gobierno” que Ronald Reagan había sepultado décadas antes.
Con razón, el respetado Times de Londres dijo en un gran titular tras las maniobras del nuevo presidente:
“Obama entierra las Reaganeconomías bajo de una montaña de 3,6 trillones de dólares”.
Un trillón, en inglés, equivale a un millón de millones en español.
A manera de ejemplo sobre el futuro de deudas que espera a los norteamericanos con los nuevos gastos (que el gobierno de Obama prefiere llamar “inversiones”), el Times dijo “que las hijas del presidente, Madia de 10 años, y Sasha, de 7, junto con los otros miembros de su generación probablemente llegarán a la edad adulta cargados de deuda”.

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