Sunday, July 4, 2010

COPA DEL MUNDO: GOLES SON AMORES.

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Por Herman Beals

Hace dos semanas el fútbol sudamericano despertaba cálidos elogios por el buen nivel que mostraba en las etapas iniciales de la Copa del Mundo. Hoy, sólo Uruguay puede rescatar a la región de un fracaso total en Sudáfrica frente a una Europa, que tiene sus propios problemas pero con una ventaja: el lugar de sus potencias tradicionales, Italia y Francia es ocupado ahora por una pujante Alemania, una disciplinada Holanda y una explosiva España.

Al contrario de los elogios y los vaticinios que brasileños y argentinos irían lejos en el torneo, los uruguayos fueron recibidos con cauta reserva por los expertos y aficionados del mundo, esparcidos más allá de las fronteras del pequeño pero orgulloso país sudamericano.

Los elogios no sólo llovieron sobre las escuadras argentinas y brasileñas, ambas colmadas de grandes nombres, sino que se extendieron a Chile, que sorprendió con su accionar bien coordinado y con la precisión en los pases, aunque todo ello le sirve de poco si a sus jugadores se les moja la pólvora frente a los arcos contrarios.

Goles son amores en el fútbol.

Aunque Paraguay avanzó más que Chile, en los cuartos de final aprendió que los goles desperdiciados –o la falta total de ellos— significa pagar un alto precio, no importa cuán buena sea la defensa.

Por eso a la paciente España le bastó una jugada genial culminada por el máximo goleador del torneo hasta ahora, el oportuno David Villa, para poner fin a las esperanzas del equipo “guaraní” de llegar hasta donde nunca ha llegado: un lugar entre los cuatro mejores del mundo.

Estados Unidos y México también compartieron los elogios dirigidos a los cuadros llegados de América y hasta Honduras, eliminada en la etapa por grupos, mostró clase, dignidad y espíritu de lucha.

Cómo sucede antes de cada Copa del Mundo, desde ahora y hasta que el torneo se dispute por vigésima vez dentro de cuatro años en Brasil, se escribirán miles de millones de palabras para explicar las razones de por qué 31 de los 32 llegados plenos de esperanzas a Sudáfrica, volvieron a sus tierras vencidos. Las excusas para tratar de explicar las razones de un fracaso son tan ínútiles en el balompié como en el resto de las actividades humanas.

Obviamente los fracasos duelen más a quienes tienen más que lamentar y en esta Copa del Mundo esos máximos perdedores están definidos por las esperanzas que despertaban antes del primer silbato, en Johannesburgo el 11 de junio: Brasil, Argentina, Italia, Francia, Inglaterra.

Cinco de esas seis escuadras se retiraron en silencio, adoloridas pero con cierta dignidad. También lo hicieron los atónitos argentinos, que aún no lograban entender como el vendaval alemán los había destrozado, salvo por una penosa excepción: Diego Armando Maradona, genio dentro de la cancha como jugador, lastimoso ser humano como entrenador.

Cuando los eufóricos aficionados levantaron un gran cartel que llevaban preparados en su contra, Maradona reaccionó con furia, olvidando que en las semanas y días previos a la goleada sufrida por su equipo se había burlado de los jóvenes futbolistas germanos.

Uno de los principales blancos fue Thomas Mullers, de sólo 20 años pero ya un astro en el club Bayern Munich y en la selección, quien le respondió con clase y dónde más dolía: a los tres minutos anotó el primero de los cuatro goles de Alemania, silenciando a los argentinos durante el resto del encuentro.
“Tschüss Maradona”, decía el cartel lo cual, en el mejor de los sentidos significa “Adiós Maradona”, aunque un comentarista aseguró que su significado no era tan benigno.

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