Friday, July 9, 2010

COPA DEL MUNDO: LA LOCURA DEL FUTBOL

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El columnista Terry Wogan estuvo correcto sólo en el 50 por ciento al escribir en The Telegraph de Londres que “en dos años la locura del Campeonato Mundial de Fútbol comenzará de nuevo”.

La locura ya comenzó.

Los primeros indicios de ese estado especial de mente está en el despido de algunos de los entrenadores (técnicos como se proclaman ellos mismos, con el entusiasta asentimiento de la prensa deportiva), y de las interminables especulaciones sobre quienes conducirán a los seleccionados nacionales en reemplazo de los fracasados en Sudáfrica.

Los que tienen más dignidad ya renunciaron. Otros están a la espera que los dirigentes a cargo de las asociaciones nacionales les muestren la puerta y algunos, los menos, creen y esperan ser confirmados en sus cargos.

Por supuesto esta situación es más notoria entre las grandes potencias que en los países que trataron de hacerlo lo mejor posible dentro de su nivel y hasta superaron las expectativas en la Copa del Mundo

Mientras más alto, más dura es la caída.

Dunga, quien no tuvo éxito con Brasil, fue uno de los primeros en ser notificado del término de sus servicios.

En Inglaterra, otro de los ex campeones mundiales que defraudó una vez más, aficionados y expertos se preguntan –un poco tarde— como es posible que las autoridades del fútbol hubiesen contratado a un entrenador que no habla el idioma del país.

Esa deficiencia, sin embargo, no es tan grave como entregar las riendas de entrenador de la selección nacional a un drogadicto o ex consumidor de sustancias prohibidas que también debió regresar antes de tiempo.

Los cambios de nombres entre entrenadores y jugadores consumirá los dos primeros años post mundial. En los últimos 24 meses de ese período tendrá lugar la locura de las eliminatorias regionales a la que aludía Wogan en su columna quien, de paso planteó una interesante teoría: ¿Está la calidad de los futbolistas a la altura de lo que esperan los aficionados? En la mayoría de los casos ---Inglaterra, Italia y Francia, y en menor grado Argentina y Brasil, fueron un buen ejemplo— la respuesta es un enfático no.

La locura de las eliminatorias –las selecciones de más de 200 naciones tienen que ser reducidas a 32— es especialmente draconiana en América del Sur, donde todos juegan contra todos, para un total de 18 partidos por equipo, y no por grupos como ocurre en Europa.

Eso causa interrupciones en los torneos nacionales, derrame de dinero en viajes, hoteles y salarios y problemas de saturación entre los jugadores.

Para quienes son recompensados con el éxito –España y Holanda este año— los sacrificios valen la pena. Para los que jugaron tres partidos en sus grupos y hasta los que pasaron a la etapa de los últimos 16 para ver tronchadas sus esperanzas en 90 minutos, la aventura representa una amarga experiencia.
Pero esa locura es lo que hace a la Copa del Mundo uno de los acontecimientos más apasionantes de la tierra y dos centenares de naciones seguirán insistiendo cada cuatro años –la próxima cita será en Brasil – hasta que la calidad y la suerte les sonrían.

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