COPA DEL MUNDO: LA MAGIA DEL FÚTBOL

Por Herman Beals
El primer día fue emocionante, con un justo empate a un gol entre entre México Sudáfrica, el orgulloso el dueño de casa. Después, Uruguay y Francia igualaron sin abrir el marcador, en un vibrante choque entre el ataque europeo y una disciplinada y heroica defensa sudamericana. Era el comienzo de un Nuevo Campeonato Mundial, el décimo noveno desde su nacimiento en el estadio Centenario de Montevideo, en 1930.
Cada día, desde que el torneo comenzó en Johannesburgo, las tribunas de los estadios han estado colmadas de entusiastas espectadores y, a lo largo y ancho del mundo, billones habrán presenciado la mágica fiesta del fútbol en la televisión y hasta en las pequeñas pantallas de sus teléfonos celulares.
El torneo está sólo en sus comienzos, con la mayoría de los equipos aún a la espera de mostrar sus colores, entre ellos algunos de los favoritos como Brasil, Italia y España.
Entre otros países que llegaron a Sudáfrica con legítimas aspiraciones, Argentina, Francia e Inglaterra, no lograron convencer del todo en sus primeros compromisos, aunque en dos de ellos hubo hechos remarcables: una espectacular exhibión de calidad ofrecida por el mejor jugador del mundo en estos momentos, el argentino Lionel Messi ante Nigeria, y el regalo del gol por el arquero británico Robert Green quien permitió al entusiasta equipo de Estados Unidos empatar 1-1 con Inglaterra.
Probablemente el mejor de los partidos en el largo fin de semana fue el que protagonizaron Ghana y Serbia y que se decidió por 1-0 a favor de los africanos mediante un tiro penal, el primero del torneo, sancionado por el árbitro argentino Héctor Baldassij.
Fue el primer triunfo de un país africano en suelo africano en la Copa del Mundo.
En el último encuentro de la jornada dominical, Alemania demolió a Australia 4-0. Con su sólida presentación, Alemania pasó de incógnita al selecto grupo de favoritos.
Los alemanes llegaron a Sudáfrica con uno de los equipos más jóvenes y Australia con el más veterano. Esta vez no hubo respeto por la edad, aunque los dos primeros goles fueron marcados por dos de los astros de la Copa de 2006:
Lukas Podolski envió un tiro de izquierda tan potente que torció hacia atrás las manos del arquero Mark Schwarzer y pocos minutos después Miroslav Klose aumentó el marcador con su arma favorita, un impecable cabezazo. El jóven Thomas Mueller hizo el tercer gol y Cacau, de origen brasileño, aumentó a cuatro.
Dos factores nuevos están haciéndose sentir en el campeonato: una pelota que “reacciona” de manera diferente en relación con los balones del pasado (lo cual pudo haber contribuido a que al inglés Green no pudiera ejercer control de un tiro relativamemte inofensivo), y el constante sonar de miles de cornetas en las tribunas.
Las autoridades del fútbol parecen no tener soluciones inmediatas para ninguno de esos problemas. Pueden cambiar el balón en futuros torneos, pero se encuentran impotents para obligar a que los aficionados mitiguen el ruido de un ejército de abejorros con sus molestosas cornetas, llamadas vuvuzelas.
Dirigentes de la FIFA, el organismo rector del balompié, parecen estar tratando de acallar el ruido, pero quienes tocan las vuvuzelas están tan entusiasmado con el instrumento que no les han oído, hasta ahora.
Otro problema, ajeno al fútbol mismo, son los multiples robos denunciados por visitants, afectando especialmente a fotógrafos de prensa que han sido despojados de sus valiosas cámaras en sus hotels y también a dos de los equipos participantes.
Uruguay y Francia denunciaron robos en sus hoteles de Ciudad del Cabo por alrededor de 12.000 dólares antes de su partido. Jugadores de la selección griega también afirmaron haber sido víctimas de robo en sus habitaciones. Sorprendentemente, se informó que Uruguay había decidido no presentar una denuncia formal debido a que el robo podría haber sido cometido por un integrante de su misma delegación.
También han ocurrido algunas irregularidades con los boletos de acceso a los estadios, pero hasta ahora todo ello ha quedado opocado por la excitación que despierta el fútbol.